Orfeo Suárez es una de esas personas con las que es fácil hablar. Simpático y abierto a todo, nos coge el teléfono con ganas de contarnos todo lo relacionado con el hotel Arcipreste y que ocupe en su memoria un lugar más o menos lejano. Hemos podido comprobar que no son pocas las cosas que recuerda de nosotros, y su forma de contarlas saca a relucir el cariño que le tiene al hotel Arcipreste de Hita.

Con ánimo nos relata la historia de la primera vez que escuchó nuestro nombre. De la boca de Vicente del Bosque ni más ni menos. “Quería hacer un reportaje de su ciudad, recorriendo Salamanca” contextualiza la historia mientras nos explica que Vicente era, en realidad, un enamorado de las letras y que le sigue causando aflicción el no haber podido terminar magisterio. Era tal su pasión por la literatura que en sus conversaciones con Orfeo no sólo hablaba de las concentraciones del Real Madrid en el hotel de la sierra de la capital, sino también de las veces que Buero Vallejo les mandaba callar, y cómo Vizcaíno Casas se unía a la conversación, gran amante del futbol. Nada que no hayamos leído ya de la propia pluma de Orfeo, que ha compartido en más de una ocasión las aventuras vividas en el hotel, contadas por Vicente del Bosque y nuestro propio director, Antonio Herrero. (Leer “Yo Soy Español” y “Donde Buero Vallejo mandaba callar al Madrid”).

Fue en este punto cuando el periodista y redactor jefe de la sección de deportes de El Mundo comenzó a sentir interés por el Hotel Arcipreste, emplazamiento que él mismo define como un “lugar con alma” y del que escuchó hablar antes de que se diera lugar la reforma que lo convertiría en lo que es ahora. Fue Roberto Gómez, también periodista y amigo, quien le llamó para comunicarle el cambio en nuestras instalaciones. Una reforma que convirtió un hotel deslucido en uno que combina historia y un aire de distinción. Remozamos nuestro hotel para adaptar al presente la historia pasada que hemos vivido y que hoy en día compartimos.

De ahí surgió la idea de reunirse con nuestro director, Antonio, para escuchar anécdotas, de primera mano, de lo que se ha vivido dentro de nuestras paredes. Una reunión esperada y que, sin embargo, se dilató debido al pobre estado de salud de nuestra Marisol, madre de Antonio, que finamente falleció en diciembre del pasado año. Fue, algún tiempo después y en un desayuno, cuando ambos se juntaron, y fue de aquella conversación de donde salió el artículo mencionado antes, “Donde Buero Vallejo mandaba callar al Madrid”, que El Mundo publicó hace no tanto, en noviembre de 2015.

Cuál fue la sorpresa de Orfeo Suárez cuando descubrió nuestra relación con el fotógrafo y periodista Raúl Cancio, al que tanto apreciamos y el cual no pierde oportunidad para acompañarnos en todo lo que le pidamos. Su amistad llevó a Orfeo a sentir por nuestro hotel algo más que simpatía. “Él fue la persona que me enseñó Nueva York” nos cuenta, haciendo memoria de unos años en los que su juventud y poca experiencia le acompañaron a la Copa Mundial de Fútbol del 1994. Habla de Raúl Cancio igual que lo haríamos nosotros, alabando su profesionalidad pero, por encima de todo, su persona. Así es Raúl y así le vemos todos.

Ya despidiéndonos, Orfeo recuerda vagamente algunas de las anécdotas de las que ha escrito en sus artículos y libros. El guapo Velázquez; las bromas de Gento y Amancio a Charo, la camarera del Arcipreste; lo mucho que a Buero le molestaba el ruido de las concentraciones… Todas y cada una de las historias de las cuales no nos cansaremos jamás de escribir y que hoy hemos tenido el placer de hablar con Orfeo Suarez.

Gracias Orfeo. Y que sean muchas más.